Lunes, me despierto a eso de las 7. Aquí amanece super pronto, pero en cuanto amanece el sol pega con mala ostia. Como no hay persiana hay mucha luz en la habitación. Me levanto y charlo con mi compañero de piso. Pruebo el café brasileño, fuerte y ardiente. Es muy rico, pero si lo pruebas, asegúrate de que no le hayan echado ya azúcar. Los brasileños consumen ingentes cantidades de azúcar.
Desayuno pan con tomate, parece ser una cosa muy típica aquí, una rebanada de pan, una capa de tomate de ensalada, queso barato en lonchas (tranchettes no) y otra rebanada de pan. Todo ello a la sandwichera y a comer. Simple pero gostoso.
Pruebo a tomar un onibus y descubro el estupendo sistema de transporte de Belo Horizonte, muchos autobuses, todos ellos de locura, suenan que parece que van a despegar. Según entras descubres que el vehículo está dividido en 2 zonas. Una primera solo para personas mayores, discapacitad@s y trabajador@s del sistema público de transportes. Al final de esta primera zona hay un trabajador con una ruleta por la que has de pasar tras pagarle la cantidad que corresponda. El problema es que la ruleta está justita de espacio y si vas cargado se convierte en un problema. Pero el verdadero problema llega cuando el onibus echa andar, nada más cerrar las puertas, ya que parece ser que en las autoescuelas brasileiras no enseñan a conducir manteniéndo la velocidad o el carril. Me explico, continúamente el vehículo tiene aceleración, ya sea positiva o negativa, pero no pueden estar sin pisar uno de los 2 pedales, freno o acelerador. Y los giros, por supuesto, bruscos. Con lo que pagar se convierte en una odisea.
Pero también descubro el ingenio brasileiro, simple pero eficaz. Los autobuses, que siempre van llenos hasta los topes, además de los típicos botos de petición de parada, tienen una bonita cuerda por encima de las barras a las que te puedes agarrar. Si tiras de esa cuerda, también pitará y el conductor parará en el siguiente apeadero.
Desayuno pan con tomate, parece ser una cosa muy típica aquí, una rebanada de pan, una capa de tomate de ensalada, queso barato en lonchas (tranchettes no) y otra rebanada de pan. Todo ello a la sandwichera y a comer. Simple pero gostoso.
Pruebo a tomar un onibus y descubro el estupendo sistema de transporte de Belo Horizonte, muchos autobuses, todos ellos de locura, suenan que parece que van a despegar. Según entras descubres que el vehículo está dividido en 2 zonas. Una primera solo para personas mayores, discapacitad@s y trabajador@s del sistema público de transportes. Al final de esta primera zona hay un trabajador con una ruleta por la que has de pasar tras pagarle la cantidad que corresponda. El problema es que la ruleta está justita de espacio y si vas cargado se convierte en un problema. Pero el verdadero problema llega cuando el onibus echa andar, nada más cerrar las puertas, ya que parece ser que en las autoescuelas brasileiras no enseñan a conducir manteniéndo la velocidad o el carril. Me explico, continúamente el vehículo tiene aceleración, ya sea positiva o negativa, pero no pueden estar sin pisar uno de los 2 pedales, freno o acelerador. Y los giros, por supuesto, bruscos. Con lo que pagar se convierte en una odisea.
Pero también descubro el ingenio brasileiro, simple pero eficaz. Los autobuses, que siempre van llenos hasta los topes, además de los típicos botos de petición de parada, tienen una bonita cuerda por encima de las barras a las que te puedes agarrar. Si tiras de esa cuerda, también pitará y el conductor parará en el siguiente apeadero.
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