Viajar en ônibus parece lo más normal, pero a veces termina siendo de todo menos normal.
Cada día cojo una media de 4 autobuses, así que me da tiempo para ver muchas cosas, 50 minutos al trabajo ida, más otro tanto a la vuelta, si no hago planes a la tarde.
A lo largo de este mes y medio he visto muchas cosas, pero este fin de semana he visto muchas cosas raras.
Ayer, el autobus casi era asaltado por hordas de zombies que caminaban por las calles de Belo Horizonte y hoy tres niñas, de 13, 14 y 15 años han intentado ligar con nosotros (un mexicano y yo). La verdad es que no terminábamos de creernoslo, pero una brasileira de 23 años nos ha confirmado nuestras sospechas...
La verdad es que aquí todo el mundo se sorprende al oir hablar en otros idiomas, pero sobre todo al oir hablar castellano. Hay una cierta curiosidad, porque Belo Horizonte no es una ciudad turística y es totalmente desconocida fuera de Brasil. Así que los extranjeros somos bichos raros. Lo que implica que seamos algo exótico y que las mujeres se acerquen más que a los propios brasileños, lo que no gusta mucho a éstos últimos.
En una ocasión conocí al hermano y al padre de un compañero de trabajo. El hermano, habló conmigo en castellano durante un rato, mientras su padre me observaba atónito. Al siguiente día de trabajo, mi compañero me lo explicó, era la primera vez que su padre conocía y hablaba con un extranjero.
Cada día cojo una media de 4 autobuses, así que me da tiempo para ver muchas cosas, 50 minutos al trabajo ida, más otro tanto a la vuelta, si no hago planes a la tarde.
A lo largo de este mes y medio he visto muchas cosas, pero este fin de semana he visto muchas cosas raras.
Ayer, el autobus casi era asaltado por hordas de zombies que caminaban por las calles de Belo Horizonte y hoy tres niñas, de 13, 14 y 15 años han intentado ligar con nosotros (un mexicano y yo). La verdad es que no terminábamos de creernoslo, pero una brasileira de 23 años nos ha confirmado nuestras sospechas...
La verdad es que aquí todo el mundo se sorprende al oir hablar en otros idiomas, pero sobre todo al oir hablar castellano. Hay una cierta curiosidad, porque Belo Horizonte no es una ciudad turística y es totalmente desconocida fuera de Brasil. Así que los extranjeros somos bichos raros. Lo que implica que seamos algo exótico y que las mujeres se acerquen más que a los propios brasileños, lo que no gusta mucho a éstos últimos.
En una ocasión conocí al hermano y al padre de un compañero de trabajo. El hermano, habló conmigo en castellano durante un rato, mientras su padre me observaba atónito. Al siguiente día de trabajo, mi compañero me lo explicó, era la primera vez que su padre conocía y hablaba con un extranjero.
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